miércoles, diciembre 25, 2013

Ciclo sin fin


-Treinta y ocho, treinta y nueve y cuarenta. Eso completa la cuota número 12.
-así es- replicó el cajero, con esto su crédito queda cancelado.
-han sido 12 meses muy largos- agregó el cliente
Mirando el calendario se dirigió a un vendedor y le preguntó:
-¿cuántos días faltan para navidad?
-12 días- respondió el vendedor.
-Ok, aquí está la lista de lo que necesito-
-¿en cuántas cuotas, señor?
-12... 12 cuotas- murmuró.

Cuentos de navidad


Establo.
Molesto por la luz y la bulla que lo despertó, se acercó a comer;
el berrido del recién nacido le quitó el hambre.

Adviento.
-¡Estamos perdidos!- dijo con los ojos abiertos por el miedo.
-No te desesperes- le respondió con una calma envidiable, y añadió:
-Si nos dijeron que vendría... vendrá.

Hijo de Dios.
Por más esfuerzo que hacía, no podía sacarse de encima al gordo del traje rojo.
Y lo que era peor: nadie se daba cuenta que estaba ahogándose debajo de él.

Estrella de Belén.
El día había sido amargo; anochecía cuando iba de vuelta cabizbajo y el cabezazo que se dió en el poste lo puso furioso.
La risa alegre del bebé que estaba en el establo le cambió la vida.

viernes, diciembre 20, 2013

Canicula

Miró por la ventana y la nieve que caía le indicó que era prudente abrigarse muy bien.
-Como todos los años-, pensó, -pero hace más frío que de costumbre-
Se volvió sorbiendo el chocolate caliente mientras miraba el armario escogiendo mentalmente el traje que se pondría para salir a la intemperie.
Miró hacia el cobertizo y su carruaje estaba listo para salir.
Terminó su chocolate y abrió el armario para completar su vestimenta, y cayó en la cuenta que todos sus trajes de invierno tenían el mismo color. Le gustaba imaginarlos de distintos colores y diseños así que tomó el que había seleccionado previamente y se lo ajustó, se puso el gorro y se colgó los mitones al cinturón.
Repasó la lista del equipaje y materiales y se felicitó por haberla enviado previamente por la compañía de correo aéreo, así su viaje sería más cómodo y relajado, sin carga que estibar ni vigilar.
Abrió la puerta y notó la diferencia de temperatura. Miró hacia su chimenea y pensó con tristeza que cuando volviera ya estaría apagada y la casa muy fría.
El viaje no tuvo mayores contratiempos, pero una vez que hubo cruzado Groenlandia algo cambió, se notaba con la cara roja, sentía el sudor correrle por la frente, los mitones parecían carbones encendidos, y una vez más, como todos los años, se arrepintió de haber emprendido el viaje.
Divisó la ciudad en medio del desierto, miró el profundo cráter desde donde surgía el metal rojo y los camiones que parecían hormigas desplazándose por los terraplenes; por fin el edificio al que se dirigía apareció en el horizonte y comenzó a descender lentamente hasta el estacionamiento subterráneo, cuya sombra le alegró el final del viaje, sobre todo porque su carruaje estaría fresco cuando volviera por él.
Se encontró en la plaza de la ciudad, en un puesto con un logo que identificaba la tienda comercial que lo había contratado. Cuando el sol estaba en su cenit, maldijo con todas sus ganas:
-¡¡¡por la cresta, nunca más aceptaré este trabajo de viejo pascuero en Calama!!!

(Diciembre 2013)